viernes, 1 de agosto de 2014

La "Revolución" Meiji: Japón (1868)

El emperador Meiji ante el parlamento
Japón durante mucho tiempo había estado bajo la sombra de la vieja institución del shogunato (gobierno de una casta de grandes propietarios rurales) venía acaparando el poder político desde hacía siglos en Japón. La figura del emperador era un títere bajo el todopoderoso shogun. De 1603 a 1868 la familia Tokugawa, poseedora de un cuarto de Japón, había hecho del shogunato una herencia, acaparando así el poder de Japón.

La apertura de Japón al comercio internacional provocó entre 1859 y 1865 una fuerte crisis económica y social, cuyo detonante fundamental fue el alza del precio del arroz, cuya exportación había estado prohibida. Todo esto llevó a revueltas populares, urbanas y campesinas, hostiles a la presencia de extranjeros y contra la política prooccidental del shogun. Esta crisis que estaba viviendo el viejo shogunato fue aprovechado por los grandes señores feudales del sur (daimyo) y los jóvenes samurais, que organizaron el llamado “movimiento legalista”, sobre la base de un programa político en el que se mezclaba un espíritu tradicionalista y conservador con la aspiración de reformas económicas de talante abiertamente moderno. En 1865 la revuelta de los samurais “choshu” demostró la debilidad y el aislamiento político del shogun. Dos años después moría el emperador Komei, parecía que venía una nueva era para Japón. El vacío político que se originó fue ocupado por los reformistas pertenecientes al movimiento legalista, mientras que el joven Mutsu-Hito asumiera el cargo de emperador y su poder y eligiera el nombre de Meiji (gobierno de las luces) para designar su reinado. Inglaterra y Estados Unidos apoyaron discretamente a los reformistas. En 1868 las escasas fuerzas reaccionarias en torno al antiguo shogun fueron aplastadas.
Samurais 

Aquellas personas que quisieron poner fin al régimen Tokugawa no deseaban establecer un nuevo gobierno o una nueva sociedad, simplemente buscaban un traspaso de poder de los poderosos de Kyoto a Edo, manteniendo el mismo régimen feudal japonés. Sin embargo contra los deseos de gran parte de los mandatarios japoneses, se llevó un cambio más profundo del esperado. El emperador surgió como un símbolo nacional de la unidad en medio de unas reformas que iban a ser mucho más radicales de lo que se habían imaginado cuando derrocaron el régimen Tokugawa.

La primera reforma fue la promulgación de la Carta de Juramento en 1868, la cual fue una declaración general de los objetivos establecidos por los líderes Meiji para levantar la moral y ganar apoyo financiero para el nuevo gobierno. Sus cinco disposiciones consistieron en el establecimiento de asambleas deliberativas, la participación de todas las clases en la realización de los asuntos del Estado, la libertad de movilidad social y ocupacional, la sustitución de las "malas costumbres" con las "justas leyes de la naturaleza", y una búsqueda internacional de conocimiento para fortalecer los cimientos de la dominación imperial. Esta carta era el fin del dominio político del bakufu y supuso una abertura hacia una mayor participación democrática en el gobierno. Para llevar estos planes, se redactó una constitución de once artículo, además de establecer un nuevo Consejo de Estado, un nuevo sistema de impuestos y nuevas normas administrativas locales.

Traslado del emperador Meiji a Tokio
El gobierno Meiji aseguró a las potencias extranjeras que aceptaría los viejos tratados negociados por el
bakufu y anunció que iba a actuar bajo los preceptos del derecho internacional. Mutsuhito, el emperador que había de reinar hasta 1912, se otorgó el título de Meiji  para marcar el comienzo de una nueva era en la historia de Japón.  La capital se trasladó de Kyoto, capital de Japón desde 794, a Tokio (el nuevo nombre de Edo). Para consolidar el nuevo régimen, la mayoría de los daimyo entregaron voluntariamente sus registros de propiedad y censo al emperador, como símbolo de que toda la tierra y el pueblo japonés estaba bajo la jurisdicción del emperador. Confirmado en sus cargos hereditarios, los daimyo se convirtieron en gobernadores, y el gobierno central asumió sus gastos administrativos pagando estipendios a los samurai. Los Han se sustituyeron por las prefecturas en 1871, y la autoridad continuó fluyendo al gobierno nacional. Los funcionarios del régimen anterior como los Satsuma, Choshu, Tosa y Hizen, ocuparon los nuevos ministerios. La antigua corte fue sustituida por una nueva clase dominante.

La Restauración Meiji había intentado devolver al emperador a una posición preeminente, se hicieron
esfuerzos para expandir el sintoísmo y devolverlo a su situación de 1.000 años atrás, época dorada del sintoísmo en Japón. Se estableció una Oficina para el sintoísmo, situada por encima del Consejo de Estado, algo que demuestra la gran importancia que se le dio al sintoismo. Las ideas Kokutai de la escuela de Mito se abrazaron, el Kotukai se refería a la esencia nacional, al “japonés nativo”, a los aspectos eternos e inmutables de su política, derivada de la historia, la tradición y costumbres, enfocadas al Emperador.  Además se hizo hincapié en la ascendencia divina de la casa imperial, la figura del emperador se estaba fortaleciendo cada vez más . El gobierno apoyó a maestros sintoístas y controlaba todos los santuarios sintoístas. Aunque el budismo perdió fuerza frente al sintoismo debido al patrocinio estatal del sintoísmo. El cristianismo también fue legalizado y el confucianismo se mantuvo una doctrina ética importante.

Retrato del emperador Mutsu-Hito
La oligarquía Meiji, como nueva clase dominante, fue una camarilla privilegiada que ejercía el poder imperial, muchas veces de forma autoritaria. Eran partidarios de kokugaku (corriente intelectual que rechazaba el estudio de los textos budistas y chinos y favorecía la investigación filolosófica de los clásicos japoneses) y creían que habían llegado en la construcción del nuevo orden al mismo nivel que los fundadores originales de Japón. Para lograr los objetivos del nuevo orden, la oligarquía Meiji se propuso abolir el sistema de clases Tokugawa a través de una serie de reformas económicas y sociales. Los ingresos del Bakufu habían dependido de los impuestos sobre las tierras de los daimyo, los préstamos de campesinos ricos y comerciantes urbanos junto a los préstamos de extranjeros. Para proporcionar ingresos y desarrollar una infraestructura sólida, el nuevo gobierno financió mejoras de puertos, faros, importaciones de maquinaria, escuelas, estudios en el extranjero, los salarios de maestros y asesores extranjeros, la modernización del ejército y de la marina, ferrocarriles, redes telegráficas y misiones diplomáticas en el extranjero.

Los difíciles tiempos económicos por los que pasaba Japón, se manifiestan por el aumento de disturbios en el campo que exigían serias reformas sociales. Existían en esta época las antiguas rentas altas, los impuestos, las tasas de interés, el ciudadano medio tenía que pagar en efectivo estos nuevos impuestos, el servicio militar obligatorio, y los gastos de matrícula para la educación obligatoria. Las personas necesitaban más tiempo para sus actividades productivas, mientras que se tenía que corregir los abusos sociales del pasado. Para lograr estas reformas, el antiguo sistema de clases Tokugawa del samurai, agricultor, artesano y comerciante fue abolido en 1871. A pesar de que los viejos prejuicios sociales continuaron, todos los japoneses eran teóricamente iguales ante la ley. En realidad no iba a ser así y la nueva clase dominante iba a perpetuar las diferencias sociales, nombrando nuevas divisiones sociales: la antigua daimyo se convirtió en la nobleza, los samurai se convirtieron en la alta burguesía, y todos los demás se convirtió en plebeyos. Los samurais perderían todos sus antiguos derechos, ya no tenían privilegios en el acceso al sistema militar, encontrando nuevas puestos de burócratas, maestros, oficiales del ejército, policías, periodistas, académicos, colonos en la parte norte de Japón, banqueros y hombres de negocios. Estas ocupaciones ayudaron a detener los descontentos de los samurais; algunos se beneficiaron inmensamente, pero muchos no tuvieron éxito con estos cambios.

Entre 1871 y 1873 la propiedad privada fue legalizada, se emitieron acciones, y las tierras fueron evaluados a precio de mercado además de la imposición de los pagos de impuestos en efectivo y no en especie.

Calle de Yokohama de Hiroshige III
Los líderes Meiji siguieron modernizando la nación a través de la red de telégrafo en las principales ciudades japonesas junto a la construcción de ferrocarriles, astilleros, fábricas de municiones, minas o fábricas textiles. Para establecer un buen sistema de seguridad en el país, los nuevos dirigentes japoneses hicieron esfuerzos significativos en la modernización militar, que incluyó el establecimiento de un pequeño ejército permanente, un sistema de reservas, y el servicio de la milicia obligatoria para todos los hombres. Para ello se estudiaron los sistemas militares extranjeros,  se trajeron asesores extranjeros y se envió a cadetes japoneses al extranjero a las escuelas militares europeas y de Estados Unidos. Así pues se sentaron las bases del Japón moderno.

La revolución Meiji hay que decir que fue una revolución desde arriba. La base social del Estado no tuvo un cambio radical sino que tan solo se expandió, este nuevo orden fue instaurado por los mismos daimyo que dirigían el antiguo régimen. Realizaron este cambio para crear una base más sólida al estado japonés que pudiera responder a las exigencias de los nuevos tiempos y ganar el desafío de Occidente. Por lo tanto más que revolución habría que denominarla restauración, un proceso mediante el cual, se restauraba el poder del emperador japonés. Los japoneses sabían que habían de adaptarse a los nuevos tiempos y tenían que llevar ellos mismos el proceso de modernización porque de no ser así, ese proceso de modernización lo realizarían los occidentales en su nombre. Esta "revolución" fue modelo a seguir por muchos gobernantes asiáticos de la época como Midon Min, rey de Birmania o Chulalongkorn de Siam.

BIBLIOGRAFÍA:
-CHESNEAUX, Jean. Asia Oriental en los siglos XIX-XX. Nueva Clio. Labor. 1976
-HANE, Missiko. Breve Historia de Japón. Alianza editorial. 2013
-WHITNEY, John. El Imperio japonés. Siglo XXI. 2010